La decadencia tanto urbana como arquitectónica es y ha sido fuente de inspiración para numerosos artistas y autores. Desde la descripción de Roma que hace Piranesi o bien la de Hubert sobre la Galería del Louvre, pasando por Ruskin y sus escritos sobre preservación histórica o Freud en El malestar en la cultura; hasta llegar al Placer de la ruina de Rose Macaulay’s.
En un escenario más cercano al contemporáneo, Gordon Matta Clarck sea quien posiblemente logre transmitir mejor la poética de la decadencia con sus fotos de edificios en ruinas. Las cicatrices de la ciudad y la arquitectura parecen ser un estímulo para la mente. Plantean interrogantes sobre la memoria, interrogantes sobre elementos del pasado y posibles futuros. Recuerdan el inevitable colapso, la transitoriedad, la inevitable obsolescencia.
Si la decadencia es un proceso antes que una imagen estática, las intervenciones arquitectónicas deben enmarcarse en este proceso, entender a la ruina como posible futuro. En esta misma lógica, John Soane imagina en 1830 y con la ayuda de Joseph Ghandi, su obra The British Bank en ruinas. Se adelanta un siglo a los hechos, puesto que el interior de su obra será demolido por reformas en 1920. Asume una postura abierta hacia la ruina, asume el eventual momento de obsolescencia. La imagen de aquel arquitecto estrella omnipotente pasa a ser un destello.
La urbanización desmesurada que implica la contemporaneidad y la preexistencia de ruinas pone en tela de juicio la preservación como herramienta. Un abanico de posiciones frente a la ruina desde la preservación casi arqueológica hasta la negación extrema del pasado. El escenario de cronocaos existente, da lugar a una reflexión sobre qué posición asume el arquitecto ante la posible, eventual, inevitable, ruina.